CONOCE A CRISTO. ACERCATE AL ÚNICO QUE PUEDE SALVARTE Y SALVAR LA DISTANCIA QUE HAY ENTRE TÚ Y DIOS. JESUCRISTO ES EL ÚNICO CAMINO HACIA DIOS Y RECUERDA:

VIENDOTE COMO DIOS TE VE (2ª PARTE)

“NOSOTROS ÉRAMOS, A NUESTRO PARECER, COMO LANGOSTAS...” (Números 13:33b)

Cuando Moisés mandó doce espías a la Tierra Prometida , diez volvieron diciendo “...vimos... gigantes... Nosotros éramos, a nuestro parecer, como langostas...” (Números 13:33). Repetidamente, Israel había presenciado el poder de Dios, así que, ¿por qué estaban ahora intimidados? Se trata de un problema de percepción denominado: baja autoestima, y así es como el enemigo te impide vencer. Los israelitas se olvidaron su liberación en el Mar Rojo rápidamente y en lugar de esto se acordaban de Egipto, donde vivían como esclavos... ¡Ten cuidado! Los malos tiempos pueden hacerte pensar que no mereces ser bendecido. Siempre que tengas algo muy preciado, el enemigo te atacará. En el Antiguo Testamento leemos: “Cuando los filisteos oyeron que David había sido ungido como rey de Israel, subieron todos para buscar a David” (2 Samuel 5:17). Hasta que no reclames el lugar que te corresponde en Cristo, Satanás te dirá que lo que mereces es ser maltratado. Así que, empápate de la Palabra de Dios hasta que se convierta en una parte de ti a tal grado que dejes de dudar de ti mismo. Él te hizo a su imagen, te redimió y vive en ti, y esto te hace ser muy valioso.
Un hombre encontró en el campo un águila fatalmente herida por un disparo. Luego escribió: “Con los ojos brillantes.. . giró lentamente la cabeza, echando una última mirada nostálgica hacia el cielo. A menudo había surcado esos cielos estrellados con sus portentosas alas, porque el cielo era el hogar de su corazón. Allí había desplegado su poderío miles de veces, jugando con los relámpagos y competiendo con el viento. Ahora, lejos de casa, el águila yacía moribunda, porque una sola vez, se olvidó de no volar tan bajo... Mi alma es como aquel águila; la Tierra no debe ser su hogar, ni nunca debe olvidar mirar hacia el Cielo”.

Por Bob y Debbie Gass, con la colaboración de Ruth Gass Halliday

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